Diseño y elaboración del video: Ilargi Jaureguizuría (lunaenlacima)
LA NIÑA QUE ENCONTRO EL AMOR
Ella tenía el sol engarzado en las pupilas,
la luna reflejándose en su cara,
el rubí de los cerezos en los labios,
luces de nieve en su sonrisa pálida,
Y un profundo azabache en su peinado.
Eran sus brazos, dos lirios florecidos,
con un vago perfume de mañanas,
el corazón como ceibos encendidos
y un suspiro asomado a las ventanas,
en un canto de duendes y de grillos…
Pero sus sueños, ilusiones y esperanzas,
se quedaban dormidos de pereza,
y sólo salían a rodar por este mundo,
con la textura fantasmal de sus silencios,
y su elemental y gris silla de ruedas.
Con sus ojos prendidos en el cielo,
suspiraba soñando desplegarse
con sus alas de joven, que se quiebran,
cada vez que intenta desandarse
con los sueños soñándose en el viento.
El corazón acelera sus latidos,
cuando anhela la llegada de un amor,
que se ofrezca como fruta apetecida,
para curar las arterias que el dolor,
abrió en los rudos caminos de su vida.
-No alcanzaré el amor… (Pensaba ella…)
¿Quién podría quererme en esta silla?
y era la sombra de una mueca seria,
amordazando sus lágrimas de niña,
que ruedan en su gris silla de ruedas.
Sus lágrimas anónimas, silentes,
son un derrumbe de sales en su cara,
y convertida en insomne penitente,
fractura su ilusión en las nostalgias,
y en la sinopsis ideal de una plegaria.
-¡Si el amor llegara alguna tarde,
por la ruta de todos los encuentros...!
Repetía con su voz dulce y amable,
con su voz apretada de suspensos,
y sus ojos perdidos y distantes.
Pero en un día de sol, se hizo el milagro,
en la espina dorsal del universo:
Llegó el amor que tanto había esperado,
por los rudos caminos de su vida,
por la ruta de todos los encuentros.
Y aquella niña de sueños apretados,
la del sol engarzado en sus pupilas,
la del rubí de los cerezos en su boca,
y la blancura de la nieve en su sonrisa,
sintió el amor más bello de la tierra,
que borró la impotencia de su silla.
Sus brazos como lirios florecidos
con un vago perfume de mañanas,
enrojecieron los ceibos encendidos
del corazón, cantando en las ventanas,
y poblando de alegrías y de trinos
sus sueños, ilusiones y esperanzas.
© 2008 Alma Mateos Taborda (princesa_azul)